Pocas cosas son más impersonales que el cemento y la pintura añejos de un edificio vacío. Estancias que un día se llenaron de frenética actividad dejaron de tener sentido el día en que se cerró la puerta por última vez, dejando tras de sí un gigante en desuso. Cada caso tiene una historia, pero cuesta creer que un propietario abandone a su suerte el edificio, inmueble, fábrica o fortificación en el que se invirtió tanto dinero. El caso es que uno podría atravesar el territorio español…